El Castillo de Burgos es una de las edificaciones más importantes de la ciudad de Burgos, ya que este castillo data desde el año 884. Su construcción empezó gracias al conde Diego Rodríguez que estuvo durante el reinado de Alfonso III. El motivo fue para darle a la ciudad una fortaleza de defensa contra cualquier invasión o guerra.
El interior está constituido por una muralla de gran grosor (2,30 metros de ancho) con torres almenadas que constituyen su contorno, y que se conforman como elementos de defensa y contrafuerte.
Hay torres de planta circular y rectangular, adosadas a la muralla y exentas, denominada ésta torre albarrana. Esta torre se unía a la muralla por su parte superior con un paso de madera o un arco.
Con el tiempo se hicieron varias reformas, la más importantes fue la que se hizo durantes el reinado de Enrique IV, ya que el objetivo era embellecer toda la estructura para que se conviertiera en un gran palacio, además que se crearon otros salones, capillas y aposentos.
El castillo luego pasó de ser una fortaleza de defansa para convertirse en una fábrica de pólvora, y así estuvo por muchos años, hasta que en 1739 el interior de la edificación se destruyó por un indendio.
Pero por suerte fue reconstruido y sufrió una gran transformación. Por lo que hoy se ha convertido además de un castillo en un museo desde el año 2003.
Entre los elementos más representativos del castillo, los cuales han permanecido a pesar de los inconvenientes que ha tenido el recinto a través de los años, están: Restos de la Torre del Homenaje. Estancias. Pavimentos. El Foso: situado delante de la puerta principal. Las Murallas exteriores: situadas en la puerta principal y que son de planta triangular, en donde uno de sus lados es resto y los otros dos son curvos. El Pozo: que fue construido entre el siglo XII y el XIII, alberga galerías que asciende los 300 metros de longitud. El Patio de armas. Las Tumbas antropomorfas.